martes, 10 de febrero de 2015

El Christopher Reeves que no pudo ser



Al pensar en Superman, es probable que la imagen que se venga a la cabeza no sea de los cómics de Curt Swan, John Byrne o -Dios no lo quiera- Dan Jurgens, sino a Richard Donner con música de John Williams y el rostro de Christopher Reeves. Y aunque el malogrado actor de 'Superman' no fue el único capaz de emular a su personaje en la pantalla, son muy pocas las ocasiones en las que el interprete llega a eclipsar a la contrapartida de viñetas. 

Pero así fue en el caso de Reeves, como si al vestir el traje se convirtiera en la viva imagen del superhombre empequeñecido por la tragedia cotidiana, las raíces rurales del inmigrante alienígena adoptado, el desafío al padre y todo ese etc parte intrínseca de la esencia del personaje, pero que nunca había brillado como en la película de Donner. 


En el caso del 'Amazing Spider-Man' de Marc Webb, Andrew Garfield me resultó antipático como Spider-Man y Peter Parker en la primera entrega. Pero cuando estrenaron la secuela únicamente me hizo falta verlo descender desde las alturas, balanceándose energéticamente entre los rascacielos para asistir al ciudadano de a pie, para que me ganase por completo. 

Más allá del brío con el que se movía, aquel Spider-Man que se detenía en medio de una persecución para ayudar al viandante con sus cosas y preguntarle que tal el día, era más amistoso vecino de lo que hayamos visto en los cómics en la mayoría de las ocasiones. El heroísmo de la solidaridad conciudadana en toda su expresión, como una presencia hiperactiva que lo mismo te echa una mano y da una palmada en la espalda cuando se te complica al día, que inspira a un crío frente al bullying o se pone al frente de la multitud para negociar con el malo y evitar que la situación se vuelva violenta.


Un Spider-Man dialogante y entregado más allá de lo sano o humano, y que es incapaz de dejar atrás el traje por complicadas que se pongan las cosas para él. Porque sí. Porque el heroismo está tan arraigado en su persona, que no sabe actuar de otra forma que soltando un suspiro de resignación, colocárse la máscara y proclamar “Aquí vamos otra vez”. El ciudadano universal como alma de Nueva York que tan bien supieron plasmar Webb y Garfield, y que ahora perdemos con un nuevo acuerdo entre Marvel y Sony consecuencia de los fallos acumulados.

En medio de todo el jolgorio por el regreso a casa del Hombre Araña, es imposible quitarse la amargura de haber perdido a un Spider-Man que -independientemente de que la película no estuviera a su altura-, había brillado como pocas veces lo había hecho en cualquier tipo de medio. Por este Spider-Man y el Christopher Reeves que no pudo ser, bien vale guardar un ficticio luto, con la esperanza de que quienes cojan el testigo sepan mantener los aciertos y no caer en sus mismos errores. 


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