viernes, 26 de junio de 2015

El sexismo de Garth Ennis

En estos tiempos, en los que las continúas polémicas hacen difícil tener claro donde termina la crítica fundamentada, para dar de bruces con el recelo de la corrección política, es de agradecer que aun queden mentes lo suficientemente lúcidas como para atravesar con firmeza las sombras de la duda sin perderse en el camino. Gente como el guionista norilandés Garth Ennis, quien en su día fuera conocido por el carácter destroyer, soez y sin reparos de sus historias, pero que además puede ser uno de los tipos más auténticos que se pueda encontrar en el cómic norteamericano. Pocos guionistas -ya sea del noveno arte o de otros muchos medios- tendrían el arrojo para abordar las cuestiones de género como él lo hace, y menos todavía los que serían capaces de hacerlo sin estrellarse por el camino. Su último trabajo para Marvel junto al dibujante de 'The Boys' y 'Battlefields' Ross Braun ('Where Monsters Dwell'), bien vale de muestra para dejar prueba de ello.

Ambientada en plena 'Secret Wars', aunque de manera completamente independiente a la misma -no hay ninguna mención de momento al evento, más allá de servir como excusa para escribir un relato pulp ambientado en el periodo entre las dos Guerras-, Ennis vuelve a reencontrarse con el Águila Fantasma, para presentárnoslo como un perfecto truhán que viaja por todo el mundo viviendo aventuras al límite. Pero no un truhán idealizado como puedan ser los Han Solo o Indiana Jones que encarnara Harrison Ford, sino un canalla con todas las de la ley, tan deleznable como rastrero.


Algo que Ennis se encarga de dejar muy claro desde la escena de presentación de la mini-serie, en la que lo vemos yacer junto a una princesa indígena de curvas generosas, mientras esta le relata que está embarazada de él, y que si no contraen matrimonio antes de que su padre se entere, será repudiada al exilio. Una situación no muy diferente a la que puedan estar viviendo multitud de mujeres en diferentes sociedades de todo el mundo, y a la que el protagonista responde como todo un caballero, prometiendo que hablará con su padre para concertar la boda. Como es de esperar, el Águila Fantasma hace honor a su nombre, aprovechando la primera oportunidad para poner los pies en polvorosa.

Una actitud que se mantiene con el resto de personajes que se va cruzando en su camino, con Karl Kaufman (que así es el nombre de pila del protagonista) haciendo gala de su labia para camelarse a todo aquel del que puede sacar provecho. Si alguien tuviera que encarnar el lema “todo nulo poder conlleva una gran irresponsabilidad”, el Águila Fantasma de 'Where Monsters Dwell' sería el candidato perfecto. Pero entonces se cuela en su vida la enigmática Clementine Franklin-Cox, una candorosa y refinada mujer que dice estar buscando medio de transporte para viajar junto a su prometido, y ambos se embarcan en un viaje alrededor de todo el mundo. 
 

Resumiendo el devenir de sus aventuras en que la chica esconde más de un secreto, Ennis aprovecha la convivencia entre ambos para retratar a Kauffman como un completo machista para el que el sexo femenino no es sino una oportunidad para meterla en caliente. En mano de otro guionista, este detalle probablemente sería usado como una herramienta acusadora mediante la cual hacernos tomar partido en contra del protagonista, pero Ennis va más allá del juicio moral para usarlo como una renuncia al idealismo.

Cuando vemos a Kauffman actuar como un cerdo, tirando de galantería cuando le viene bien la mano izquierda, siendo soez y chavacano cuando le viene en gana o recurriendo al “¿No queríais igualdad?” cuando el conviene, la sensación que transmite no es que el problema sea suyo, sino que todos los héroes pulp de aquella época a los que tanto idolatramos realmente debieron ser así. Ennis no parece ser muy amigo de los paternalismos, y si la sociedad de aquel periodo de soldados, aventureros y conatos de libertad sexual era machista, no lo va a esconder convirtiendo al protagonista en un héroe sin tacha. Tampoco es que vaya a celebrarlo, porque lo primero que deja claro es que el protagonista es un impresentable. Pero ni tiene intención de maquillar la realidad, ni de ocultarnos los rasgos más feos de la misma. 
 

No contento con esto, en el segundo número aprovecha una situación incómoda en la que Clementine rechaza los afectos carnales de Kauffman, y la indignación de este acaba volviéndose en un alegato contra las mujeres. La época en la que se ambienta 'Where Monsters Dwell' de Garth Ennis fue especialmente intensa en lo que a reivindicación de los derechos de la mujer se refiere, y el escritor da buena muestra de ello a través de un tira y afloja verbal, en el que el Águila Fantasma de todo el manual del perfecto gañán con dos de sus salidas para que Clementine pase por el aro:

1) “¿Qué más dará si nadie se va a enterar?”, la privación subconsciente de decisión propia a la mujer: Si nadie está ahí para juzgarla, no debería existir razón física para que mantenga las piernas cerradas si a ti te apetece frungir con ella.
2) “Si sale mal, siempre puedes hacer un aborto de los que tenéis hoy”, escudarse tras un falso apoyo a los derechos ganados para volver a privarla de decisión: Si no está dispuesta a follar con él, es porque el miedo a quedarse embarazada, no porque quiera o no quiera.

Sobra decir que ni estas ni ninguna otra le funciona. Lagartos gigantes y mujeres avasalladoras, ¿en que clase de mundo extraño hemos caído? Ennis tiene al protagonista en una situación perfecta para hundirlo en el fango, pero en lugar de eso le brinda un soliloquio con el que aborda la situación que vivieron todos aquellos soldados que dieron su vida en el infierno de las trincheras de la Gran Guerra, y que cuando por fin pudieron dejar atrás aquella situación al borde de la muerte para volver a casa, se la encontraron convertida en un lugar muy distinto. Un lugar en el que no hubo los festejos de los honores de fiesta perpetua con mujeres fáciles y alcohol sinfín que les prometieron, fueron recibidos por mujeres ruidosas reclamando sus derechos y la prohibición de la ley seca.

Preguntándose si no queda ningún lugar en la Tierra donde un hombre pueda seguir siendo un hombre, la tragedia de ese dinosaurio de otra era que arriesgó su vida sin encontrar más recompensa que quedar completamente desubicado del resto del mundo es plasmada por un Garth Ennis que ni se compadece ni acusa, sino que lo retrata como lo que es: Una persona humana marcada por sus circunstancias, con todo lo que conlleva.


Como en todo '7 Días y 7 Noches' que se precie, la tensión entre los dos protagonistas de 'Where Monsters Dwell' prosigue en aumento mientras se enfrentan a retos cada vez más extraños, siendo aprovechado por Ennis para abordar de forma incisiva su particular conflicto de géneros. Kauffman continua ladrando que detrás de las mujeres duras que hablan de igualdad no hay más que fachada -de la que se viene abajo en cuanto la situación se complica-, y Clementine se mantiene irreductible. Una situación que perfectamente podría haber salido de la vida real, y con la que el escritor ridiculiza al Águila Fantasma, pero también retrata a su compañera como una manipuladora fría y calculadora.

No existe bien ni mal ni respuestas fáciles, sino individuos que combinan diferentes proporciones de los primeros rasgos, mientras Ennis aborda el sexismo como algo real que -nos guste o no- existe, y que a la vez resulta tan mezquino como ridículo. Una constante en una carrera en la que nunca ha tenido miedo para meter el dedo en la llaga con historias tan demoledoras como 'Las Viudas' o 'Los Esclavistas', hasta gamberradas como 'The Pro'. Porque si bien Ennis siempre ha dado muestra de sentirse más apegado a sus protagonistas masculinos, eso no le ha impedido componer personajes femeninos como su Jennifer Blood, Kathryn O'Brian, Starlight, Queen Maeve o las protagonistas de 'Stitched'.


Personajes cuyo rasgo característico siempre ha sido que primero los consideraba como tales, y después como mujeres. Siendo rara vez cuando les ha hecho de menos o les ha otorgado ningún favoritismo respecto a sus compañeros masculinos, si había que dar muestra de heroísmo, Ennis nunca ha tenido miedo para ponerlas en primera línea, como tampoco las ha dejado al margen con la sátira más incendiaria o el puteamiento nuclear. Todos son iguales a los ojos de Ennis, y aquí no se salva ni dios.

En 'Where Monsters Dwell' volvemos a tener ese Garth Ennis para una historia que -si bien no es ni de lejos tan revolucionaria como sus trabajos tan punteros-, continúa demostrando la garra y el buen hacer de uno de los mejores guionistas del medio. Un honor que se ha ganado no por sus filigranas metatextuales o porque haya revolucionado la forma de escribir cómics de ninguna forma. Sino porque es el único que se atreve a hablar de ciertas cosas como hay que hacerlo, y lo hace siempre desde la facilidad de quien no conoce impostura alguna. A Garth Ennis le sale así de natural.

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