jueves, 30 de julio de 2015

Asedio, la sombra del Coloso


El Escudo tiembla conforme oleadas de no muertos chocan contra sus muros amenazando con abrir una grieta que extienda la plaga a través de Mundo Batalla. Hoy no es ese día. Cabalgando sobre lomos de un Coloso feral de piel metálica, Leah de Hel e Illayana del Limbo hacen honor a su juramento mientras la carne impía de sus enemigos riega su paso. Hermanas en la batalla, diablesas de hoja ensangrentada, camaradas inseparables de armas, ambas se funden en un apasionado beso mientras el frenesí del apocalipsis venidero las coloca en una situación de vida o muerte. Así luce la increíble página de Yasmine Putri para la segunda entrega de 'Secret Wars: Asedio', lista para proseguir la interminable lucha en la semana entrante.

Y aunque se antojaba obvio para cualquiera que haya leído algo de Kieron Gillen que en los afligidos lamentos de Leah había algo más que el llanto por el compañero caído, una parte de mi deseaba que no diera el paso de unirlas más allá de lo carnal. Porque aunque es innegable la belleza de dos jóvenes valkyrias del Armageddon entregadas a la pasión en mitad de la destrucción y el caos, es tan difícil encontrar un relación de hermanamiento inquebrantable fraguado en materia de leyenda entre personajes femeninos, que es imposible no pensar que el guionista de 'Phonogram' se ha saltado un paso.

Ese por el que todo el mundo recuerda a Butch Cassidy y The Sundance Kid. El que convirtiera en mitos a Daniel Dravot y Peachey Carnehan o lograra que nos temblaran los adentros con las manos cruzadas de Thelma y Louise o el beso en la frente que recibiera Boromir de los labios de Aragorn. Ese vínculo más allá de lo carnal, en la que identidad del individuo se pierde en una simbiosis perfecta donde cuesta tener claro donde acaba uno y empieza el otro. Con la desaparición de la ambigua pureza de la hermandad irrompible que deja entrar el amor explícito, las reglas del juego cambian haciendo que su belleza torne al territorio de Mickey y Mallory, Clarence y Lucy, Stellios y Astinos o Violet y Corky.

Historias que igualmente rezuman poesía y una desaforada pasión por la vida. Pero teniendo en cuenta lo habitual que resulte que las relaciones entre mujeres sean abordadas en la ficción como un lazo volátil propenso a perderse en cuanto al romance o la posibilidad de cazar a un hombre entra de por medio, quizás hubiera sido bonito que por una vez las reglas fueran las mismas que con Mad Max y Furiosa. El consuelo que nos queda es las que con solo una splash page es desde ya una de las relaciones más irresistiblemente poderosas de la historia de Marvel. Eso, y que siempre habrá más oportunidad de disfrutar a Gillen. Aunque no sea en Marvel.

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