miércoles, 19 de agosto de 2015

Loki, el prometeo desencadenado


Los que me conozcan ya estará hartos de leérmelo escribir, pero pocas ideas ha tenido Marvel más brillantes a lo largo de su historia reciente que la explorar la naturaleza de Loki como antihéroe. Teniendo su más que probable germen en el éxito del papel de Tom Hiddleston en el universo cinematográfico, la editorial podría haberse limitado fácilmente a beber por inercia de la caracterización del actor, tirar del sempiterno proceso redentor que antaño usaran con Magneto o buscar cualquier requiebro argumental que permitiera traerlo al bando de los héroes sin apenas esfuerzo. Sin embargo, alguien fue lo suficientemente lúcido como para decidir que si como villano había sido uno de los más grandes de Marvel -primero de todos, detonante de los Vengadores-, como héroe tampoco podía ser menos.

Cinco años después de que comenzara su historia, la saga del dios de las mentiras concluye en Estados Unidos con el décimo séptimo número de 'Loki, Agente de Asgard'. Un broche con el que el británico Al Ewing cierra el episodio del universo Marvel que comenzara en el especial de 'Asedio' de Loki, y que remata de forma impecable la odisea de un personaje que -lejos de ser uno más en su travesía a través de la indefinida zona de grises- decidió convertirse en la encarnación misma de la rebeldía transgresora contra el guión preestablecido 


En eterna lucha consigo mismo, el relato viviente que comenzase a definir Kieron Gillen bucea más allá de las raíces del Dios del Mal de Stan Lee y Kirby para dibujar un personaje consciente de su propia naturaleza ficcional, y cuya naturaleza heroica ha terminado elevándose por encima de ese guardián del estatu quo que siempre ha sido su hermano Thor. Ni siquiera voy a utilizar la palabra antihéroe por mucho lado oscuro que pueda tener, ya que responde a un canon mucho más añejo que los valores morales occidentales, como aquel Prometeo usando su astucia para robar el fuego y entregárselo a los humanos.

Un dios que no representa la defensa de lo inamovible como correcto, sino a ese como motor del perpetuo cambio, entre cuyas llamas surgen las historias siempre mutables, siempre al acecho para tomar forma a través de las fronteras del tiempo. En un momento concreto del relato Loki pronuncia “Todos volveremos a cambiar, así funciona la vida. Ni yo puedo ser el mismo Loki para siempre, ni tu la misma Verity por toda la eternidad. En cinco años, diez años... Ambos seremos personas diferentes a quienes somos ahora”, una verdad que cuesta no mantener presente al cruzar esa última página que nos deja en manos de la incertidumbre de que será del dios de las mentiras a partir de ahora.


¿Volverá a ser Loki villano? ¿Nos sorprenderá una vez más con una nueva vuelta de tuerca a su compleja historia? Sea lo que sea que nos aguarde en su futuro, siempre nos quedará lo vivido junto a uno de esos relatos que cuesta leerlo simplemente como un “buen cómic” en su término académico, sino que te absorbe y atrapa sin remedio, hasta llegar a la melancólica sonrisa del último adiós.

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