martes, 1 de marzo de 2016

Spider Gwen: De abogados, familia y Frank Castle


La continuidad no está bien entendida. Siempre he sido defensor de esta como parte de lo que hace únicos universos como el de Marvel o DC, pero también creo veo demasiados aficionados que lo interpretan como una mera adición numérica donde después del 1 va el 2, luego el 3 y así sucesivamente. Esto implica que cualquier elemento al margen de la sucesión numérica es considerado como algo superfluo e incluso molesto. O abordando la cuestión sin recurrir a alegorías, últimamente encuentro demasiada gente que denosta los what ifs y elseworlds como piezas imposibles de encajar en el puzzle del continuo suma y sigue, como si todo lo que no sucede dentro de la oficialidad del mismo universo del personaje principal no tuviera valor alguno.


Personalmente, siempre he visto la continuidad como algo más grande, donde todo lo que se ha escrito alrededor de un personaje es igualmente válido independientemente del medio, línea temporal o modo en el que se haya publicado. El hypertiempo que proclamasen Grant Morrison y Mark Waid, donde la continuidad no es algo que se mide como una línea recta trazada por la biografía objetiva de un personaje -como si esto existiera-, sino dentro de la mente del propio lector como superposición de las diferentes interpretaciones que le van llegando. 

Pequeños Spoilers


Esto conlleva que lo importante no son tanto los detalles, sino el mantener una coherencia discursiva, donde cada guionista busque llevar un paso más allá la lectura de un personaje, pero también que las versiones alternativas pueden ser tan relevante como la original. Así por ejemplo, las aventuras del Ultimate Spider-Man de Brian Michael Bendis se han desarrollado durante década y media al margen de la continuidad del Spider-Man original, pero sería temerario abordar a cualquiera de los dos sin ser consciente de que el otro existe, como lo sería ignorar toda aportación que medios como el cine, los videojuegos o la televisión realizan se va sumando al imaginario del personaje.

Tampoco podemos malinterpretar esta afirmación como que todas las versiones de un personaje tienen el mismo peso, algo igualmente valido cuando hablamos de versiones alternativas como de versiones dentro de una misma continuidad (ni el Spider-Man 1602 ha dejado tanta impronta como el Ultimate, ni el de Howard Mackie está tan grabado en sus seguidores como pueda estarlo el de J.M. Straczynski). Siendo consciente de la relación de la historia que tienes entre manos respecto al mito del personaje aborda se puede enriquecer tanto abordándolo desde una continuidad lineal en la que se mantienen una serie de rasgos comunes para proseguir el suma y sigue, como desde una óptica paralela.

Another Daredevil

Incluyendo esto último todos los what if y realidades alternativas que permiten aproximarte a un personaje no como lo que es, sino con todo lo que no es, un ejemplo muy interesante tenemos en el último número de The Radioactive Spider Gwen de Jason LaTour publicado en Estados Unidos (el cinco del volumen dos para especificar, ligeros SPOILERS del mismo). Dibujado por Chris Visions en lugar del habitual Robbi Rodriguez, el cómic está protagonizado en su práctica totalidad por Matt Murdock, George Stacy y Frank Castle. Son versiones diferentes a las originales en un universo en el que la araña picó a Gwen en lugar de a Peter, y donde el abogado ciego de la Cocina del Infierno es la mano derecha de Kingpin en sus actividades criminales.

Pero a pesar de no ser los personajes que conocemos, el guionista no los modifíca de forma aleatoria, sino que -por ejemplo- podemos ver al Daredevil que conocemos en esta versión alternativa por mucho que sus objetivos y moralidad sean totalmente diferentes. Sigue siendo el mismo Matt Murdock que contempla Nueva York con una tranquilidad analítica, como si fuera un tablero de ajedrez sobre el actua de forma aparentemente analítica, pero siempre de acuerdo a un plan milimétricamente trazado.

How to be Frank Castle

También tenemos un Frank Castle que nunca perdió a su familia y continúa ejerciendo como agente del orden como parte de la policía de Nueva York. Lo más interesante en este caso no es tanto que sus brutales métodos para atrapar a los criminales flirtean el abuso de poder -que también-, sino que como ya nos sugirieron Garth Ennis y Rick Remender, los demonios que le convirtieron en Punisher son anteriores a la muerte de María y sus hijos. ¿Habría tenido Punisher realmente una vida feliz junto a su familia si aquellos hampones en guerra no le hubieran dado una excusa para emprender su cruzada? Como bien interpreta LaTour en estas páginas con esta iteración de aquel Castle que necesitaba el continuo sonido de las armas para callar las voces de sus difuntos y que nada le aterraba más que la idea de que pudieran volver de las tumbas para ver su verdadero rostro, es muy probable que no.

Pero si hay un momento que parece realmente lucido y que arroja una luz al mito del trepamuros que no me había planteado hasta el momento, es cuando Matt Murdock encara al Capitán Stacey -que aparte de ejercer una función mitad Tío Ben mitad Tía May es consciente de que su hija es Spider Woman- y proclama algo igualmente válido para los tíos del Spider-Man original: Si su hija / sobrino se han convertido en lo que son, no es que le picase ninguna araña, si no a causa de su propio padre / tíos. O en otras palabras, ¿cual es verdadero germen de Spider-Man? ¿Aquella araña radiactiva vagando libre en la Universidad Empire State o el “Un gran poder conlleva gran responsabilidad” que no ha dejado de resonar en su cabeza desde el momento en el que se sintió responsable de la muerte de Tío Ben? 


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