domingo, 13 de marzo de 2016

Zootrópolis, Blacksad visita Disney


Para todos los que crecimos con obras como el Sherlock Holmes de Hayao Miyazaki o Duck Tales de Disney, y más tarde descubrimos clásicos imperecederos como Blade Runner de Ridley Scott y Rebelión en la Granja de George Orwell, Blacksad supuso un fenómeno generacional dentro del cómic europeo, brindando el enfoque adulto y con estilo justo a las historias con animales antropomorfos. En la línea de lo que hicieron Shinichirō Watanabe y Cain Kuga con el género de naves especiales, el guionista Juan Díaz Canales tiró de gran reserva entre lo más selecto del género noir, empapando de glamour una historia de detectives que usaba la convivencia entre diferentes especies para abordar cuestiones incómodas sobre la condición humana.


Pasiones descarnadas entre amores prohibidos, barreras entre clases y conflictos raciales, ilustrado maravillosamente por Juanjo Guarnido en los cinco volúmenes que lleva publicados hasta la fecha. El éxito de la serie llegó tan lejos, que durante cerca de una década la posibilidad de una película de Blacksad ha estado rondando por los estudios de Hollywood, sin encontrar la ocasión apropiada para llevarla a cabo. Algo que, a día de hoy, puede que incluso sea más complicado.


Si cogiésemos al detective privado felino de Canales y Guarnido y separásemos su faceta como determinado agente independiente de la ley -guíado por un irreductible código moral a prueba de bombas- de la de su lado de canalla, los dos personajes que obtendríamos serían muy similares a la Judy Hopps y el Nick Wilde de Zootrópolis (Zootopia, de Byron Howard y Rich Moore). Última película animada de Disney Pictures hasta que Moana ocupe este honor, no solo puede suponer el film post Pixar que más cerca de emular la calidad de lo más destacado de la compañía del flexo, sino también de las más aguerridas a la hora de abordar cuestiones de candente actualidad.


Pudiendo entablarse paralelismos con el policíaco reivindicativo feminista de Kathryn Bigelon en Acero Azul, el poroso cine racial de Norman Jewison en los sesenta con En el Calor de la Noche o las buddy movies callejeras de Walter Hill con la saga Límite 48 Horas, Zootrópolis salta con colmillos y garras sobre la más cruda actualidad, teniendo en común con la obra de Guarnido y Canales el usar diferentes especies animales como algo más que un simple elemento estético. Si alguna te has preguntado con sorna en alguna historia, serie o películas de estas características como lobos ejecutivos y corderos trajeados podían coexistir sin que de vez en cuando alguna de las segundas desapareciera a la hora de la cena, la película de Disney Pictures se adentra en materia, teniendo como principal añadido el ser una de las primeras en las que los animales civilizados son conscientes de que en un pasado remoto fueron criaturas salvajes que se cazaban los unos a los otros. 


Algo no muy diferente a la lucha cotidiana que tenemos que llevar nosotros entre nuestros instintos primitivos y nuestra dedicación a construir una sociedad civilizada, con el extra de saber que los antepasados del león que se sienta a tu lado en el vagón de metro fueron los mismos que devoraron a los tuyos. Con temas como el prejuicio racial, el uso del miedo para fomentar las barreras sociales o la segregación de diferentes trabajos por géneros, todo lo que cuente más sobre Zootrópolis quizás sea hablar demasiado -para eso dejo mi crítica para Cultture-, resumiéndolo en que en esta pequeña joya Disney ha conseguido sin renunciar a su jovial humor y dinamismo una de sus películas más complejas, y que de repente a Blacksad le ha salido una hermana cinematográfica para todos los públicos.


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