viernes, 2 de septiembre de 2016

Niqabs, hijabs, burkinis y bikinis


Mucho se ha hablado durante los últimos meses sobre el vestuario femenino, y no por ninguna pasarela de moda, sino por la cada vez más tensa convivencia entre occidente y oriente, y la continua redefinición de los ideales liberales y feministas. El escenario, unos Juegos Olímpicos de Brasil 2016, en los que el cubierto recato del burkini de los países islámicos entró en conflicto contra la exhibición corporal del bikini sobre una cancha de voley playa. Los precedentes, cada uno de los fatídicos incidentes en los que las guerras de Oriente Medio se han extendido por nuestro territorio, creando una atmósfera de incertidumbre y paranoia que amenaza con llevarnos a la segregación cultural. ¿Agravante? Que la policía de un estado Francés en estado de alarma obligasen a una playista musulmana a quitarse el burkini mientras tomaba el sol en la playa.

Aunque solemos hablar de los velos con los que tradicionalmente las mujeres de origen islámico han cubierto sus cabezas como un único todo, lo cierto es que hay una amplia variedad que -abarcando más o menos superficie- ilustra la heterogeneidad de su cultura. Un ejemplo podemos encontrarlo entre las superheroinas musulmanas de Marvel, donde tenemos a la afgana Sooraya Qadir (Arena) con un Niqab que solo permite que se le vean los ojos, a la británica de origen pakistani Faiza Hussain cubriendo su cabello con un hijab, la también pakistaní Kamala Khan, quien -a pesar de no lleva ningún velo o ropa tradicional dentro de su vestuario habitual de calle- compuso su identidad de superheroina con un antifaz, un burkini y un pañuelo duphata, y la argelina Monet St Croix, quien nunca ha tenido ningún problema con exponer su cuerpo de forma sensual ni cons su propia desnudez.

 Distribución del islamismo

Cuatro heroínas y cuatro representaciones de la comunidad islámica, no muy diferentes a las que podemos encontrar en el mundo real. Actualmente, el islam es la segunda religión más importante del mundo, con 1.600 millones de personas profesando la fe repartidas por todo el mundo. Con Oriente Medio, la mitad norte de África, el corazón del continente euroasiático y otras regiones como Indonesia o Bosni Hezergobina y Albania como principales zonas de influencia, su cultura está presente también en naciones cosmopolitas como los Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña y Alemania, lo que ha veces ha dado pie a encuentros tensos con la comunidad cristiana predominante, como los acontecidos por las construcciones de mezquitas en Nueva York o Sidney.

Divididos en diferentes ramas dentro de las cuales los sunitas son mayoritarios y los chiítas e ibadíes se condensan en regiones como Irán-Iraq u Omán, existe además un islamismo espiritual más alejado de las grandes religiones organizadas, así como un islamismo reformista y heterodoxo, dentro del cual podemos encontrar movimientos feministas con cientos de años a sus espaldas peleando por la igualdad de género. Esto implica que no en todos los países ni comunidades de fé islámica la mujer recibe el mismo tratamiento, ni en todos está sujeta al mismo protocolo.

Principales prendas de protocolo islámicas

Siendo el burka el velo más invasivo al cubrir completamente el cuerpo de la mujer hasta el punto de esconder sus ojos tras una rejilla, son este y el niqab -similar, salvo por permitir que los ojos de la mujer queden expuestos- los que han sido vetados en países como Francia, los Países Bajos, Chad, el Congo o Gabón, entre otras razones por entrar en conflicto con la necesidad de identificar a toda persona que se encuentre en un espacio público en circunstancias normales. Con otros países como Alemania, Tunez o Egipto discutiendo vetos similares -mientras que en España, Italia, Rusia, China o Siria también existen decretos similares para áreas locales- los burkas y niqabs tienen su principal zona de dominancia en Afganistán, Pakistán y Arabia Saudí, siendo este último en el que más mujeres lo visten. Un 74% de la población femenina del país vive opacada por burkas y niqabs, siendo además la nación islámica con normas más estrictas al respecto junto a Sudán e Irán. Eso no evita que -de todos los citados- Arabia Saudí sea uno de los pocos países islámicos con los occidente ha mantenido relaciones siempre cordiales, echando la cara hacia otro lado ante el que la persecución, actos de violencia y mutilaciones faciales contra las mujeres que no se cubren el rostro con burkas y niqabs sea una constante en algunos de estos países.

 Severidad de la legislación islámica

Similar al niqab, pero permitiendo que se vea el rostro completo de la mujer el chador es -dentro de sus diferentes variaciones- una vestimenta similar a la que suelen llevar las monjaes o con las que se representa a las vírgenes dentro del imaginario occidental. Sobra decir que es legal en todas las naciones del mundo, siendo Pakistán, Iraq, Afganistán e Irán las naciones en las que más predomina el uso del mismo. En las dos primeras -no he llegado a encontrar los porcentajes de Afganistán e Irán- la proporción de mujeres que visten chador es de un 32%, convirtiéndolo en la primera opción de Pakistán junto al niqab y la segunda en Iraq por detrás del al-amira. En Irán el aumento del uso del hijab en detrimento del chador ha hecho que las autoridades religiosas hayan mostrado su disgusto, al considerar la segunda más apropiada.

De los países en los que predomina el chador, es Irán la que tiene una política más estricta al ser obligatorio por ley cubrir el pelo de la mujer, mientras quen en Iraq, Afganistán y Pakistán su uso es común, pero no estricto si se cuenta con los permisos adecuados. O al menos, de cara a la ley, claro. Para los aficionados al cómic, el chador es lo que viste tanto la cuñada de Kamala Khan como -alejándonos ya de los superhéroes- las “guardianas de la moral” en Persépolis de Marjani Satrapi.

La imposición del chador en Irán

Aquí entraríamos ya en los velos no integrales, que no cubren el rostro ni la totalidad del cuerpo. De entre ellos, es el khimar el que más superficie abarca al llegar hasta la cintura, seguido del al-amira -que llegaría justo hasta cubrir el pecho- y los hiyab y shaylas, que únicamente cubren la cabeza de forma más o menos estricta en cada uno de los casos. El uso de estas prendas alcanza un 80% de la población femenina en Tunez, el 65% en Egipto, un 65% en Turquía, 54% en Iraq, un 44% en el Líbano, un 32% en Pakistán y un 15% en Arabia Saudí, mientras que su uso es cada vez más habitual entre las mujeres iraníes a pesar de las presiones religiosas por volver al más estricto chador.

También es necesario tener en cuenta que la situación de cada uno de estos países es muy diferente, siendo el Líbano, Turquía y Tunez las principales pioneras en dar libertad a sus ciudadanas para que cubran o no sus cabezas, con porcentajes de 49%, 32% y 15% de población femenina que no usa ninguna de estas prendas respectivamente. Otros como Egipto, Marruecos o Kakhistán también abogan por este cambio, pero sin demasiados esfuerzos, por lo que los porcentajes de mujeres que no usan ningún tipo de velos son aun muy reducidos.

 Porcentajes generales

Como casos contrarios tenemos Iraq, Irán o Paquistán, donde si bien el uso del hijab es mayoritario o en proporción creciente, también es la prenda menos invasiva que pueden vestir las mujeres que los habitan. En Arabia Saudí el uso de hijabs, al-amiras y chadors es reducido, pero porque las estrictas leyes de su país hacen los integrales burkas y niqabs obligatorios.

Aquí sería importante señalar nayormente hemos abordado los requerimientos en cuanto a la cobertura de la cabeza, ya que en lo que respecta al protocolo para el resto del cuerpo entramos en un territorio mucho más complejo. Sobra decir que los países en los que el burqa, niqab, chador o khimar son predominantes, mostrar cualquier parte del cuerpo que no sean las manos está completamente prohido. En muchos de los casos incluso insinuar nada que recuerde remotamente a las formas del cuerpo. Si hablamos del resto de países en los que predominan el hijab y al-amira como puede ser Tuquía, el Líbano, Jordania, todo el litoral norte de África, Indonesia o el centro de Asia, el contraste es considerable, siendo -al menos sin nos limitamos a la cuenca del Mediterráneo- Turquía (y no porque no haya movimientos en contra) y el norte de África en las únicas regiones en las que conviven los bikinis y los burkinis.


Con el uso de los últimos en alza, en el resto de países de Oriente Medio el uso de bikini está prohibido, como también lo están cualquier tipo de minifalda o shorts, ilegales incluso en países islámicos tan occidentales como El Líbano. Claro que esto no afecta a los complejos hoteleros destianos al turismo llegado desde América y Europa, pero como expone The Huffington Post en su artículo sobre las recomendaciones de vestuario dentro de zonas urbanas, es preferible evitar cualquier tipo de falda o pantalón que esté por encima de las rodillas, cubrir los hombros y no hablemos ya de prescindir de los escotes demasiado generosos. Los leggins estan contraindicados si no son llevados con otra prenda menos reveladora que cubra hasta la citada altura de las rodillas, pero como curiosidad también lo estuvieron en las universidades y colegios de Estados Unidos por considerarse demasiado reveladores.  

El control del vestuario femenino es tan estricto en países como Sudán que las mujeres ni siquiera tienen permitido llevar pantalones. Y si alguien vio el que las autoridades francesas prohibiesen el uso del burkini durante los días que tardó en determinarse que era un atentado contra las libertades civiles como algo positivo, quizás debería saber que el burkini ni siquiera es legal en todo el territorio islámico, siendo una ley que nos aproxima más a Arabia Saudí que al estado progresista que tratamos de ser. De hecho, es un error ver el burkini como una prenda de carácter cultural cuando naciones como Australia han asimilado la prenda de Aheda Zanetti para proteger a socorristas de género masculino y femenino de la fuerte exposición solar de su territorio.

En general, es difícil tener claro que es lo correcto y lo que no, en un escenario en el que cada libertad asumida puede venir coaccionada por una represión que se nos inculca desde la infancia. ¿Que las jugadoras de voley playa de Egipto reivindicaran su derecho a participar en la prueba con burkinis fue un gesto feminista dentro de uno de los deportes olímpicos más sexualizados, o de represión dentro de un estado egipcio que puede estar siendo víctima de expansión del islamismo más conservador?

Lo cierto es que nadie ha salido nunca bien parado al intentar separar la imagen global de los casos concretos en términos totales de blanco y negro. Sin embargo, pongamos que en lugar del vestuario y la libertad para llevar o no velo, bikini o burkini, hablamos de otros de los grandes hallazgos de la cultura occidental como es esa libertad sexual por la que ya no somos meras máquinas reproductivas. Todo el mundo entiende que gracias a ella hombres y mujeres pueden disfrutar plenamente de su vida sexual, pero también que no puede obligarse a nadie a que tenga sexo, por mucho que la razón pueda ser que se haya criado en un entorno represivo que le haya llenado la cabeza de complejos y dudas al respecto.


Prohibiciones ligadas al velo

De la misma forma, no podemos ver en imponer al alguien prácticamente a punta de pistola que ejerza su libertad a mostrar su cuerpo como una manera de fomentar una línea progresista, sino más bien cambiar un régimen tiránico por otro. La educación, el mestizaje cultural y la constante defensa de un pensamiento racional que evite caer en la frivolización de los derechos conseguidos, son con toda probabilidad el camino más recomendable a seguir. Un camino pedregoso y nada fácil, pero que seguramente sea preferible a abogar por el conflicto y la imposición de la fuerza. Dada la situación mundial, en donde la convivencia entre la cultura occidental y la islámica parece cada vez más complicada y cuesta no verlo como un sendero pírrico, pero cualquier otra opción menos conciliadora tendría todas las papeletas de desembocar en una situación mucho peor. 

 La Vengadora del Burka de Haroon
El Burqa como instrumento como elemento transgresor

Superheroínas como la Vengadora del Burka de Haroon o la actual Ms Marvel Kamala Khan son interesantes en ese aspecto, dado el contraste que supone el llevar vidas civiles en las que no visten ningún tipo de prenda que pueda considerarse de sometimiento al patriarcado, pero cuyos uniformes de superheroínas si lo hacen, no como muestra de acatamiento de unas leyes que privan a miles mujeres de todo el mundo de liberta su propio cuerpo, sino como todo lo contrario. La cadena del esclavo usada como bandera de libertad contra el yugo, así como de unión cultural donde -quizás algún día- deje de estar ligado a la turbia imaginería a la que hoy se le asocian, para pasar a convertirse en una opción personal como cualquier otra. 

Como curiosidad, mientras el símbolo de la cultura occidental -los Estados Unidos de América- se encuentran en pugna para ver si tienen o no su primera presidenta musulmana, siete países de credo musulmán ya han estado liderados por mujeres, una muestra más de que en ocasiones la representación va más allá del hábito que se lleve.  

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